
Con el respaldo de Mauricio Macri y los intendentes Soledad Martínez y Guillermo Montenegro, Ritondo toma las riendas del PRO en Buenos Aires, mientras la tensión con Patricia Bullrich sigue en aumento.
Cristian Ritondo asumió oficialmente la presidencia del PRO en la provincia de Buenos Aires, respaldado por Mauricio Macri y un grupo de intendentes de peso como Soledad Martínez y Guillermo Montenegro. Esta asunción se da en un contexto de intensa interna entre el ex presidente Macri y la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Ritondo logró consenso para ser el único candidato en la presentación de listas el pasado 25 de junio, tras una serie de movimientos estratégicos que incluyeron la remoción de autoridades anteriores del partido ligadas a Bullrich. Este cambio en la dirigencia del PRO bonaerense se enmarca en la disputa de poder dentro del macrismo y las diferencias en la relación con el presidente Javier Milei.
El objetivo de Macri es consolidar el control del PRO de cara a las próximas elecciones de 2025. Para ello, impulsó a Ritondo en Buenos Aires y a Jorge Macri en la Ciudad de Buenos Aires, buscando una estructura partidaria sólida para las futuras negociaciones electorales. Ritondo, por su parte, contó con el apoyo de referentes del PRO en la provincia como Diego Santilli y varios intendentes, quienes jugaron un papel crucial en su ascenso.
Entre los nuevos vicepresidentes del Consejo Directivo del partido se encuentran Soledad Martínez y Pablo Petrecca, ambos ligados a la estructura de poder del jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri. Otros dirigentes destacados como Guillermo Montenegro y Diego Santilli también tienen representación en la nueva dirigencia, reflejando el apoyo amplio con el que cuenta Ritondo dentro del PRO.
La asunción de Ritondo tensó aún más la relación entre Macri y Bullrich. La presidenta del partido en Buenos Aires hasta ese momento, Daniela Reich, ligada a Bullrich, fue desplazada en un movimiento que generó controversia. Bullrich, que se ha alineado con el presidente Milei, no reconoce la legitimidad de la nueva dirigencia y ha decidido no negociar lugares de poder en la nueva estructura, intensificando así la división interna del partido.