
La intensísima tormenta que se abatió sobre el Área Metropolitana de Buenos Aires en la noche del martes y la mañana del miércoles dejó escenas elocuentes de anegamiento y complicaciones en múltiples barrios del conurbano bonaerense. Las lluvias, incesantes desde tempranas horas, causaron que el agua llegara a cubrir calles y veredas, haciendo prácticamente imposible la circulación tanto de autos como de peatones en distritos como La Matanza, Quilmes, Lomas de Zamora y Merlo. Las autoridades elevaron el nivel de alerta ante el panorama: el Servicio Meteorológico Nacional dispuso primero una alerta amarilla y por la tarde la subió a naranja debido a la intensidad de las precipitaciones y ráfagas de viento, que en zonas puntuales superaron los 70 kilómetros por hora.
En lugares como Villa Celina, los vecinos debieron enfrentarse una vez más al mismo drama: calles transformadas en ríos y el agua filtrándose en sus hogares, llegando en ocasiones a superar el nivel de las rodillas. Muchos residentes relataron la imposibilidad de salir siquiera a trabajar o de sacar el auto del garaje, mientras Defensa Civil debió implementar evacuaciones preventivas en barrios bajos y asistir a quienes se encontraban aislados por el temporal. “Siempre pasa lo mismo, el agua no tiene salida y queda estancada durante horas”, lamentó una vecina de la zona, resumen del malestar creciente entre quienes sienten que situaciones como esta se repiten con cada tormenta fuerte.
El fenómeno meteorológico que azotó el AMBA tiene nombre propio: ciclogénesis. Este proceso, vinculado a la formación de una potente baja presión en el Atlántico Sur, trajo consigo lluvias muy por encima de lo habitual para la región. De hecho, distintos modelos meteorológicos coincidieron en que los acumulados podían duplicar la media de un mes de agosto en apenas 48 horas, con registros que en algunas localidades del interior de la provincia superaron los 50 milímetros en menos de un día. El avance del ciclón extratropical además intensificó los vientos y causó crecidas en ríos y arroyos urbanos, acrecentando la amenaza de desbordes.
La reacción de las autoridades fue inmediata. Tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en la provincia, se reforzó la presencia de cuadrillas de emergencia, equipos de tránsito y operaciones para destapar sumideros colapsados. Se pidió a los vecinos no circular si no era estrictamente necesario y prestar especial atención a las alertas oficiales, ante la posibilidad de nuevas precipitaciones intermitentes durante la jornada del miércoles. Además, la actividad escolar y de oficinas se vio alterada, con algunos distritos recomendando la suspensión de clases para evitar riesgos.
El sistema de alerta meteorológica y gestión de crisis, sin embargo, vuelve a quedar bajo la lupa: cada vez que un temporal de estas características impacta en el conurbano, emergen las deudas estructurales de una región vulnerable al cambio climático y a la falta de obras hidráulicas de fondo. Mientras, los vecinos esperan que el agua baje y que la próxima tormenta no los sorprenda igual de desprotegidos.